domingo, 26 de febrero de 2017

<<CUADERNO N° 1>>
<Me encanta  construir y destruir los retratos
de mis personajes. Y los apuntes impublicables
van al cesto de la basura. En realidad los arrumo
en éste cuaderno>>

martes, 21 de febrero de 2017

<RECUERDOS XVII>>
<UNA SOMBRA EN EL PASADO>
“¿Quién sino mi abuela Zoila Rosa sabía el día y la hora en que estallaría Rosellón?”
En la madrugada de aquel  sábado 18 de junio de 1927, cuatro meses después del matrimonio de mis abuelos maternos Zoila Rosa y Juan de Jesús, realizado  el 28 de febrero de 1927, con siete meses de embarazo, y cuarenta días después del nacimiento de su primer hijo, Libardo Restrepo Bustamante (Libardito), el 8 de mayo de 1927, Zoila Rosa y Juan Verano, y los demás habitantes de la casona, fueron despertados por la furia de la montaña rosellonesa. Aquel día  la casona de mamá Macalla hirvió de vecinos y amigos: desde el desfiladero de la cuchilla de la finca la luz, habían llegado  el donjuanesco tío Justo Pastor y Ana Pastora Rendón y sus hijos: los primos Everardo, joven, vivaracho y por consiguiente alegre, Ana Pastora y Rosmira la loca; la señora Ana Calle, Mapedro y Anita Garzón; la señora Clemencia y sus hijas: Berta y Mira; del salado, Doña Judith, Alicia y Mellizo; Enrique Arango y su señora Tulia; del hoyo de la mina, por el sendero de Ña Rafaela, sus vecinos de la quebrada la minita: Francisco y Ana Sánchez, las Rodas y las curruladas, y el viejo verde de Benigno Cañas; y de los suburbios de la población  de Envigado, Eva y su novio perrillo, desde la quinta de los Alemanes; Nora Mejía y Aparicio el carnicero, y el señor Enrique Henao de la Tienda “El Rosellón”. No faltaron sino José Dolores, quien estaba enfermo  y el Señor Pedro Nel que andaba de viaje. Nunca entendieron como la noticia se regó hasta la escuadra, de donde llegaron la tía Nina y su marido Salvador, con sus hijas Libia y Carola; y desde la loma de los balsos, las tías La Mona Rendón (Dolores), la de los dientes negros y amarillos o de oro, y Mercedes con algunos de sus cinco hijos.
La escena fue aterradora. Un bramido subterráneo, ronco y prolongado, fue la señal de que la montaña rosellonesa entraba en actividad. Las detonaciones se sucedieron una tras de otra, y se parecían a descomunales marejadas que se estrellaran contra la corteza terrestre, en los profundos antros de la tierra; el ruido fue viniendo como de lejos; creció, aumentó, estalló, y un estruendo como el de innumerables carros, que rodaran con ímpetu desapoderado, precedió algunos instantes al terremoto. Al ruido siguió la conmoción; las bases de la cordillera rosellonesa se desequilibraron, la montaña bamboleó, el suelo se agitó, unas veces con sacudimientos horizontales, otras con levantamientos bruscos de abajo para arriba; la montaña se trastornó, y el cauce de la quebrada la ayurá quedó obstruido. La avalancha fue aterradora. Cubrió un cuarto de la fábrica de textiles Rosellón. Los ojos de Zoila Rosa,  Juan verano, y  los de los trasnochados invitados en la casona de mamá Macalla, miraban desorbitados el fenómeno. Con ímpetu furioso, las aguas represadas de la quebrada la ayurá, derribaron el dique de tierra, saltaron y se precipitaron, hinchando el álveo, estrecho ya, debido al gran volumen de la corriente, que echaba por tierra cuanto encontraba, tronchando y arrebatando los árboles a la tierra, golpeando las orillas y bramando con ruido aterrador. En la mañana, cuando la montaña estuvo tranquila, despojada de la cortina de niebla que la ocultaba a la vista, la cárcava gigantesca, con sus formas irregulares, se dejó ver limpia, con un manto de tierra cuyo bermellón rojizo brillaba iluminado por los rayos del sol; todo estaba en silencio, todo parecía en calma; de improviso se oyó un bramido prolongado y monótono; el ruido se repitió y creció. Un mugido obscuro sucedió casi sin interrupción a otro mugido, y el suelo pareció que se sacudiera conforme la onda sonora se fuera alejando debajo de la tierra. Los bramidos de la montaña continuaron. La tierra se estremeció. Otro pedazo de montaña bajó tronando. Llegó al cauce de la quebrada la ayurá, se derramó, y chocó de nuevo contra el edificio de la fábrica de textiles Rosellón; un remolino de lodo, lo arrolló, lo derribó y arrastró lejos sus escombros. El espectáculo fue tan aterrador como una erupción volcánica. Lo grandioso y lo sublime de aquella madrugada de espantosos cataclismos, cuando bramaron las concavidades bajo la montaña Rosellonesa, anonadó a Zoila Rosa, a Juan Verano, a los vecinos y amigos en la casona de mamá Macalla, y al resto de los habitantes de la vereda Rosellón, que contemplaron el fenómeno terrestre.
Juan Verano…El de Rosellón.-17-02-2017



                                                                      

sábado, 18 de febrero de 2017

<<Siempre he proyectado en mis escritos Mi vida y mi persona enteras.
Ignoro que cosa son los problemas intelectuales>>
"Fritz Nietzsche"